26 maio 2016

Una historia de amor

Ella llegaba desde Europa en un largo viaje marcado por tempestades y naufragios.
El, hijo de los andes, pasaba sus días jugando entre quebradas y desiertos.
Ella, al comienzo pasaba sus noches mirando al cielo, buscando una estrella que la volviera a casa. Su pena era tal, que de sus ojos caían lagrimas rojas como queriendo esconder su piel blanca bajo un manto púrpura que la ayudase a olvidar.
El en cambio, travieso y bandido pasaba sus días cortejando a cuanta dama cruzara su camino.
Y fue así como un día, distraídos en sus penas y alegrías, ambos se encontraron frente a frente.
Cuenta la leyenda que en aquel momento, un inmenso silencio se apodero de todo. De la vida, de la luz, del tiempo. Se miraron, se sonrieron tímidamente, se dieron la mano y casi sin mirarse, caminaron juntos lentamente, con la sensación que vivirían inseparables por siempre, mas alla de la vida, mas alla de la muerte.
- Cebolla roja mia, recuerdas aquella tarde?
- Como olvidarla amado aji amarillo. Como olvidar tu primer beso, picante, ardiente, lleno de fuego que me quema hasta hoy al recordar.
- Cierro los ojos y siento todo tan cerca. El aceite esperándote a fuego lento y tu, frágil, desnuda, quebrada en pedacitos que sudaban lentamente esperando mi llegada. Yo nervioso, casi licuado de emoción, sucumbiendo a tu fuego, diluyendome poco a poco en tus brazos, hasta convertirnos en un aderezo de amor, en un todo que sellaba para siempre guerras, heridas y distancias.
- Asi es amado aji. Y luego, la lluvia recuerdas. Lluvia de vino primero, de chicha después como queriendo apaciguar la llama que nos ardía por dentro para que reine el amor a fuego lento.
- Asi fue querida cebolla, así fue. Y luego la fiesta. Sin saberlo, todos habían estado observando en silencio. El asado de tira que como siempre llegaba primero. Luego de un rato, las zanahorias siempre dulces y jocosas, las imperturbables arvejas, el caldo siempre en forma.
- Asi fue. Y bailamos. Bailamos por largas horas. Lentamente, celebrando el amor y la vida, dejando que nuestras lagrimas se convirtieran en dulce jugo que fue mojando de vida y sabor a los campos de arroz y pallar que nos rodeaban.
- Cuantos recuerdos querida cebolla. Y pensar que eso fue solo el comienzo de un amor que luego se extendió por todo el universo. Que cada medio día en cada hogar, un nuevo amor como el nuestro vuelve a nacer, hechizados por el embrujo de aquel dulce aderezo.
- Te amo aji amarillo.
. y yo a ti cebolla roja.

ACURIO, Gastón.

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